martes, 12 de febrero de 2008

La Primera rebelión



Primera entrega.
Al inicio de los tiempos, cuando no existía nada de lo que conocemos, sólo estaba la Gloria, allí todo era paz y armonía, y Dios en su infinita bondad y sabiduría presidía el lugar donde los ángeles lo adoraban y glorificaban.
Eso es lo que nos han contado, pero no siempre fue así y hubo una época en que reinó la confusión y el caos más tremendos, ocasionados por una historia de envidia y celos, que de todo hay en la viña del Señor.
Uno de estos ángeles, en realidad, el de mayor grado después de Dios, tenía las funciones de controlar el cotarro en el Paraíso, él conocía a la perfección de que iba todo y que es lo que se debía hacer en todo momento; poca cosa, teniendo en cuenta de que sólo se encontraban ellos en aquel paraje.
Este ser en cuestión, y no se sabe por que motivos, empezó a tener una envidia tremenda del Señor, y debido a eso había llegado a la conclusión de que todos, en ese mundo de eterna glorificación eran capaces de hacer lo mismo que Dios.
Debido a esto, empezó a tomar las órdenes del Creador bastante a la ligera; porque eso de tener que alabar eternamente a alguien y encima de eso, tener que estar toda la eternidad con cara de perpetua beatitud, pues no le parecía bien del todo.
Si en aquel entonces hubieran existido los psiquiatras, creo que lo hubieran podido diagnosticar como un psicótico maníaco y si no, seguid leyendo y ya me diréis.
El pensaba que allí todos eran iguales y que, por lo tanto debía imperar la más sublime y pura de las democracias, y que aquello se había convertido en una dictadura, muy bien decorada, eso si, pero dictadura al fin, mucha música de liras, muchas coronitas de oro en las cabezas, muchas túnicas de alta costura, pero al fin y al cabo un totalitarismo sin precedentes.
Además había empezado a pensar que Dios se la tenía jurada y que no hacía más que darle trabajos inútiles para tenerlo apartado, pues Él sabía que Luzbel se había enterado del juego que tenía el Eterno entre manos.
Así que nuestro amigo, se había ido calentando poco a poco, y si Dios le decía que hiciera algunas cosas, él lo hacía de mala gana y con cara de pocos amigos.
Dios, que se había dado cuenta de que últimamente Luzbel estaba raro, no le prestó mucha atención, pensando muy sabiamente, que tarde o temprano todo volvería a su lugar.
La mano derecha del Creador se sentía deprimido y defraudado y encima vigilado, pues insistía que había un grupo de ángeles mandados por el Señor para seguirlo y vigilarlo por todas partes, y además el pobre no podía sacarse de la cabeza la idea de que Dios sería el número uno por los siglos de los siglos, por lo tanto el pensar de que no le serviría de nada trabajar con tanto ahínco, tampoco lo ayudaba.
No pudiendo callar por más tiempo, empezó a hablar con sus amigos más íntimos, ya se sabe, no se puede tener la boca cerrada por mucho tiempo, si uno se siente de esta guisa.
Al principio, estos le dijeron que todo eran ideas locas, y que tenía una depresión de caballo, y por eso lo veía todo de color negro, por eso le aconsejaron que dejase pasar el tiempo y vería como se sentiría mejor, pero el tiempo fue pasando y el pobre no veía ninguna mejoría.
Sus amigos, preocupados por él, intentaban por todos lo medios alegrarlo; interpretaban las más bellas melodías que nuestros oídos hayan escuchado jamás, le contaban historias de los más recónditos lugares de la Gloria, en pocas palabras, que procuraban mantenerlo distraído con mil y una cosas. Las piruetas que realizaban mientras volaban para él, eran algo digno de verse, aunque de vez en cuando se jugaban el tipo con ellas; más de una vez, alguno de ellos estuvo a punto de descalabrarse contra algún grupito, que los miraban embelesados, mientras que nuestro amigo seguía con cara triste y compungido, sin importarle lo más mínimo el riesgo que corrían para animarlo.
Nada de cuanto hacían conseguía que este se sintiera mejor, al contrario, cada vez lo veían peor, pero ya no se trataba de depresión, aquello estaba comenzando a sonar a desacato, pues el tipo en cuestión estaba empezando a desobedecer las órdenes de Dios, llegaba cuando le daba la gana si este lo llamaba, o simplemente lo ignoraba, pero el Futuro Creador, seguía con su paciencia infinita y se lo pasaba todo.
Pero Luzbel seguía cada vez peor, y al poco tiempo comenzó a poner en práctica una idea que, poco a poco había tomado forma en su cabeza, la rebelión.
Así que convocó a un grupo de ángeles, y subido a una nube, les dio esta explicación:
-Hermanos míos, creo que es mi deber informaros, que las cosas en este lugar no son como nos han estado haciendo creer, ni mucho menos.
-Debéis saber, que nuestros pasos están guiados por un dictador, un ser que nos tiene a todos engañados y que consigue, a base de tretas disfrazadas de palabras dulces, que hagamos lo que le da la gana, nos ha vendido el cuento de que él es Dios, y que tiene poderes superiores a los nuestros, con la sola intención de tenernos en sus manos, y hacer que le demos tantos caprichos como se le ocurran.
-Amigos, yo os digo que esto no puede seguir así, que debemos tomar conciencia de quienes somos y por supuesto de quien es él, no olvidéis que es uno de nosotros, sólo uno más, pero que con sus patrañas de divinidad, nos va a tener a todos adorándolo para la eternidad.
El impacto de su arenga fue tremendo, y más de uno cayó desmayado ante la naturaleza perturbadora de las palabras de Luzbel.
Una vez terminó de exponer su punto, nuestro amigo, sin preocuparse lo más mínimo por la conmoción causada, se bajó de la nube y se dispuso a marchar.
Pero un grupo bastante alterado lo estaba esperando, para decirle lo que pensaban sobre la exposición de marras, habían decidido que hablaría un ángel llamado Eclesiael, ya que su don de palabra era bien conocido por todos.
-Mi querido compañero,-dijo Eclesiael-, hemos escuchado con atención lo que nos has venido a contar, y ha sido tal la impresión que nos has causado, que has conseguido que se nos pusieran de punta las plumas de las alas, lo que has dicho no tiene sentido y has de saber, y hablo en nombre de todos los presentes, que no es normal que vengas a contarnos semejantes chorradas, más bien creemos que estás enfermo y que deberías hablar con el Señor, para que te relevara de tu cargo por un tiempo, al menos, hasta que te sientas mejor y no digas más despropósitos, mientras tanto, estamos dispuestos a apoyarte en lo que necesites, y si es necesario, todos nosotros nos haremos cargo de tu quehaceres para con el Señor.
-Sólo espero por tu bien, que Dios no haya oído la cantidad de sandeces que han salido de tu boca en tan poco rato.
Luzbel, muy en su lugar, se los miró con cara de desprecio, y les dijo:
-Sabía perfectamente que esto iba a pasar, os tiene el coco comido y no os dais cuenta de nada de lo que está ocurriendo aquí, pero tiempo al tiempo, ya me diréis más adelante; de momento, os puedo decir, que ya me tiene harto Él y todos vosotros con vuestras eternas caras de beatitud.
Y dando por terminada la conversación, dio media vuelta y emprendió el vuelo
Parece ser que el Señor, estaba en pleno concierto, y debido a que los músicos estaban en ese momento entrando en un “andante con moto” un poco ruidoso, no oyó ninguna de las palabras, que Luzbel había dirigido a aquel reducido grupo de ángeles.
Los días fueron pasando y desde luego en el cielo no se hablaba de otra cosa que no fuera la perorata sin sentido del ángel insurrecto.
Luzbel y sus ideas revolucionarias eran la comidilla del Cielo. Nadie en su sano juicio, se había atrevido jamás a hablar de semejante manera de Dios, por lo tanto, las palabras de nuestro amigo corrían en boca de todos y en poco tiempo, ya que esas noticias vuelan hasta en la Gloria, todo el personal alado de cielo, conocía a la perfección cada uno de los disparates que este había dicho.
Pero nuestro amigo no se dio por vencido, y siguió con sus soflamas subversivas, predicando sus ideas cada vez más frecuentemente.
Al principio siempre estaba sólo, se trepaba a una nube, y en un monólogo delirante y a voz en grito soltaba su perorata, y cuando terminaba, con cara de haberse quedado descansado, se impulsaba con sus alas y se alejaba del lugar.
Si Dios no se había enterado del revuelo ocasionado en el cielo, no tardó en hacerlo, pues ya se sabe, gente chismosa la hay en todas partes, y un ángel que le encantaba meter las narices en todo, se acercó al Creador y le contó con pelos y señales lo que estaba pasando en su reino, a lo que Dios le contestó:
-Parece mentira mi querido Cizañel, que me vengas a contar estas cosas, nunca pensé que uno de mis hijos pudiera hacer esto a otra de mis criaturas, espero que esta sea la última vez que algo así sucede, no hagas que me sienta defraudado, debes saber que yo ya me enteré de todo esto, por algo soy Dios, recuerda que soy omnipotente y omnipresente, se lo que Luzbel está diciendo por ahí, pero no me importa, yo se bien quien soy, y no necesito ir dando explicaciones, ya verás Cizañel, él volverá otra vez a ser como siempre, ahora ve con tus compañeros y no vuelvas a acudir en mi presencia si no es para glorificar.
Pero las cosas empezaron a complicarse cada vez más, pues muchos de sus compañeros, empezaron a aparecer como por casualidad en los lugares donde Luzbel daba sus discursos. Al principio, fueron dos, luego unos cuantos más, pero el número fue en aumento y ya se podían contar por miles los asistentes a tal tipo de eventos, en realidad y teniendo en cuenta el censo angelical en la Gloria, acudían en mogollones.
Luzbel estaba consiguiendo lo que quería, él buscaba la desobediencia de todos los ángeles de la Gloria, no eran todos, desde luego, pero las manifestaciones eran multitudinarias, y se podía ver a los ángeles disidentes portando pancartas con frases en contra de la dictadura divina, gritando consignas y saltando de nube en nube, mientras intentaban convencer a otros ángeles para que se unieran a las protestas.
Dios no se metía para nada, esperaba que las cosas volvieran a su lugar por si solas, pero tal como estaba la situación, lo mínimo que se podía esperar, es que muy pronto hubiera un golpe de estado en el cielo.
Los ánimos de todos los ángeles estaban alterados, tanto en los de un bando como los del otro, pues como era de esperar, se habían formado dos grupos.
Como supondréis, la Gloria no era la de antes, pues los ángeles, exaltados por estas arengas incitadoras empezaron a revelarse, ya no tocaban la lira con el mismo amor y empeño que lo hacían anteriormente, sus cantos de Gloria ya no ensalzaban al Creador, si no que se trataban más bien de panfletos difamatorios.
Un día, o noche; no se sabe muy bien, pues Dios no había creado aún el tiempo, Luzbel estaba en medio de uno de sus acostumbrados mítines políticos, diciendo como siempre cosas como estas:
-Dios lo que quiere es manejar el cotarro aquí, pero eso de que él es el único con poderes, eso, no es cierto, aquí, todos somos iguales y puedo prometer y prometo, que todos tenemos el mismo poder, lo que pasa es que nos manipula con sus aires de grandeza y a unos cuantos os tiene acogotados y en la mano.
-¡Compañeros, no debemos permitir que él se erija con el poder!, -decía con el ánimo encendido, -¿Si es tan bueno como dice, porqué no celebra unas elecciones justas y que nosotros seamos quienes elijamos a nuestro líder?, es más, creo que para empezar, tendríamos que organizarnos y fundar partidos, el de los seguidores del Señor y desde luego el nuestro, me ofrezco voluntario para encabezar la lista del partido Comunista Celestial.
-¡Digamos no a la dictadura Divina!, ¡Vayamos todos hasta su nube y expongámosle nuestros derechos!
Como os podéis imaginar y debido a la cantidad de proclamas, los ánimos estaban bien calentitos, todos los ángeles que se habían unido a Luzbel, y a voz en grito, coreaban las mismas consignas:
Estos se encontraban en una enorme nube y como todos escuchaban a Luzbel con el ánimo enfebrecido, nadie se percató que había llegado al lugar un grupo del otro bando, algo extremista, con ganas de disturbios y que, decididos a darles una lección, fueron rodeando al grupo de insurrectos.
Estos esperaron a que Luzbel terminara su arenga, y cuando finalizó su proclama, empezaron a cerrar poco a poco el círculo.
Por un quítame esas pajas, formaron un cirio impresionante, primero llegaron los insultos, algo inaudito entre ángeles, más tarde los encuentros cara a cara. El ambiente estaba realmente caldeado cuando uno de ellos, increpó de mala manera a otro sobre la forma en que tenía colocada la corona en la cabeza, pues debido a la euforia, se le había ladeado ligeramente.
Así que el otro, dejándose llevar por el ardor del momento, se sacó la coronita que flotaba ladeada en su cabeza y con ella, le arreo un mamporro en la cara al ángel provocador.
La respuesta no se hizo esperar, y tomando la trompeta con la que solía agasajar a Dios, el otro le propinó tal golpe en la cabeza que lo dejó tendido en el suelo.
Cuando los compañeros del yaciente se percataron de lo que había ocurrido, se abalanzaron sin pensarlo dos veces sobre el agresor, desde luego, los ángeles que los rodeaban, no necesitaron invitación y arremetieron frenéticos contra los otros.
Aquello, señores, era un pandemónium de ángeles, un quilombo ¡vaya!, y claro, no se distinguía quienes eran de un bando y quienes del otro, y aunque todos son físicamente diferentes, en el fragor de la reyerta, no se podía identificar quien era quien.
Los lirazos iban y venían por doquier, se arrancaban las plumas de las alas unos a otros, y miles de ellos quedaron totalmente desplumados.
Si la cosa ya era caótica de por si, la ingente cantidad de plumas que flotaban por el lugar, empezó a pegarse a las pieles sudorosas de los contendientes, así que el aspecto que ofrecían, era el de unas gallinas a medio desplumar, cosa que no les favorecía en absoluto, desde luego.
Los puñetazos que se arreaban eran tremendos, y debido a su incorporeidad salían volando, pero una vez en el aire se lanzaban en picado sobre el amasijo de ángeles y arremetían a golpes contra el primero que encontraban al volver a la nube.
Los aritos de sus cabezas rodaban por todas partes y miles de ellos, terminaron irremediablemente aboyados por los pisotones de los enardecidos ángeles que allí se enfrentaban; los rizos que tan graciosamente cubrían sus cabezas, quedaron lacios y alguno terminó con más de un claro en la cocorota, debido a los tirones de pelo que estos se propinaban.
Amigos, un caos, un verdadero caos, en fin, para que seguir contando.
Aquello era impensable, era un espectáculo tan inusitado como vergonzoso. Pues según nos cuentan, estos seres son de una bondad sin parangón, y en sus caras está eternamente dibujada una sonrisa seráfica.
Lo que aquí demuestra, que por mucho que nos esforcemos en poner cara de Yogui en Nirvana, todos tenemos un lado oscuro, y que tarde o temprano este sale a la luz, y por muy cielo que sea, y por muy puros que sean sus habitantes, cuando se trata de fanatismos, por lo visto, ni la Gloria se salva.
La refriega, si se le puede llamar así, fue de las que hacen época, nunca, en toda la eternidad, se había visto algo así en la Gloria.

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