domingo, 7 de octubre de 2007

Jet Lack

Aquel compañero de mi esposo, había llegado esa misma tarde, proveniente de Alemania a la ciudad de México D.F., con un desfase horario de 8 horas y el consabido Jet lack encima.
Ralph (mi marido), lo había ido a recoger al aeropuerto y comentado que el viaje había sido largo y pesado, un palo, lo llevó al hotel. Mi esposo, le indicó que tratara de acostarse lo más tarde que pudiera, para ir adaptándose al nuevo horario. Ya se sabe, los primeros días son fatales.
Con estas recomendaciones y la promesa de recogerlo al día siguiente a las ocho, lo dejó en el hotel.
El hombre subió a su cuarto, abrió las maletas, se duchó, se cambió de ropa, y salió a cenar algo, a su regreso, y aunque estaba hecho una porquería, se puso a ver la televisión.
Pero el pobre ya no aguantaba más, así que se desnudó, solía dormir completamente desnudó, se metió en la cama y se durmió.
Al cabo de unas horas, se despertó con unas terribles ganas de ir al baño, se levantó y se dirigió a la puerta, la abrió y al oír como se cerraba la condenada, se dio cuenta de que no estaba en el baño, si no en el pasillo del hotel… sin la llave para volver a entrar.
Os aseguro que el pinche Jet lack despareció inmediatamente, y se despertó en un santiamén.
Estaba en medio del pasillo del hotel y en porretas, ¿qué haría? Se apoyó unos segundos en la pared, mientras intentaba calmarse y para poder pensar tantito, no sabía que hacer.
En eso vio unas cortinas que colgaban de uno de los extremos del pasillo, tomó una mesita alta que estaba junto a dos sillas, se subió a ella y como pudo, descolgó una de las cortinas.
Una vez con ella, se enrolló cual senador romano, y con su orgullo y cataplines cubiertos, volvió a pensar.
De esa guisa no podía bajar a la recepción, pero debía conseguir la bendita llave para poder regresar a la seguridad de su habitación.
En eso oyó ruidos provenientes de una de las habitaciones, ni corto ni perezoso, se dirigió a la puerta y golpeó, la puerta se abrió y la nariz de una señora de unos cuarenta años asomó por ella, desde luego al verlo de esta guisa y después de dar el consabido grito, le cerró la puerta en las narices, comentando algo sobre los degenerados.
El pobre hombre ya estaba armándose de valor para bajar, cuando de otra de las puertas oyó un ruido de voces y jolgorio, así que respiró hondo, y se dirigió hacia allí para volver a intentarlo.
Después de golpear tímidamente la puerta, esta se abrió de par en par, y un rostro jovial y sonriente de hombre, se lo quedó mirando y estalló en carcajadas, esto hizo que nuestro atribulado protagonista, tomara algo de confianza y empezara a contar su aventura en forma un tanto acelerada.
El sonriente individuo, lo invitó a pasar en la habitación donde se encontró con tres gringos más, todos ellos bastante entonados y riendo a mandíbula batiente, por la historia que el hombre de la toga estaba contando.
Desde la misma habitación llamaron a la recepción del hotel, que inmediatamente puso arreglo a la situación con una copia de la llave.
El hombre pudo, por fin, entrar en su habitación, y una vez allí se vistió y sin pensarlo dos veces, se fue al cuarto de los gringos donde seguía la farra, y se unió a ellos, más que nada para olvidar…, donde se quedó hasta la hora del desayuno y luego, con la cara como un tomate, le contó sus peripecias nocturnas a mi esposo, el cual ni se rió, ni hizo cualquier mueca que pudiera delatar que se estaba tronchando.
Moraleja: la próxima vez que salgáis de viaje, haced buen acopio de llaves en la recepción, dormid vestidos, o por lo menos, enrollados en la cortina que encontréis más a mano, que haberlas…

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me imagino a Ralph, y me creo que reprimiera las carcajadas. Tiene buen temple

Angels dijo...

Tenías que haber oído las carcajadas cuando lo contaba en casa, yo no se si hubiera podido reprimir algunas delante del pobre hombre.

Anónimo dijo...

Ha ha esta buenisimo... aun me sigo matando de risa! Pobre hombre y que tal bienvenida a Mexico!!!

A.