viernes, 18 de abril de 2008

José es encarcelado


Como el muchacho tenía enchufe con el Señor, otro favorito tipo Abel, le fue bien en la casa de su amo.
Potifar que era un listillo, se dio cuenta de que a este chico las cosas siempre le salían bien y se hizo el simpático con él, nombrándolo su ayudante personal y mayordomo de su casa y dejando a su cargo todo lo que tenía, por lo tanto, por ser tan bueno con José, el Señor premió a Potifar tanto en su casa como en los campos, así con José a cargo de todo lo que tenía no se preocupaba de nada y como las cosas le iban tan bien se pasaba el día tragando como loco cosa que hizo que se pusiera como un tonel.
José era una preciosidad de chico y allí donde iba las mujeres lo miraban con ojos seductores, y claro, con semejante muchacho en la casa y Potifar hecho un tonel, pasó lo que tenía que pasar y la esposa de este puso los ojos en nuestro amigo y un día de sopetón y sin vergüenza le dijo:
-Acuéstate conmigo.
Nuestro amigo desde luego dijo que no, que su Señor, el dueño de la casa le había dado su confianza y todo cuanto había en la residencia pero que la patrona no estaba en el lote, claro está, y que no pensaba traicionar esa confianza y mucho menos pecar contra Dios.
La Señora se quedó con dos palmos de narices, pero como os podéis imaginar no quedó ahí la cosa pues el despecho es muy difícil de digerir, así que empezó a insistir día tras día, diciéndole:
-¡Anda, mira qué hermosura tienes aquí!, ¿no te gusto?, ¡Venga cosita bella!, decídete de una vez, que te estoy esperando.
Pero él no hacía caso y cada vez que la veía salía corriendo como loco con cara de espanto.
Un día en que la casa estaba vacía José entró para llevar a cabo sus ocupaciones diarias, cuando la bruja aquella lo vio se acercó a él por sorpresa y agarrándolo por la ropa le dijo la consabida frase de:
-Acuéstate conmigo.
Desde luego José intentó soltarse pero la señora lo tenía bien sujeto por la ropa, así que sin preocuparse lo más mínimo por la prenda, que quedó en manos de la hambrienta mujer, salió por piernas en porretas y desapareció.
Oportunidad que la mujer aprovechó cuando se vio con las ropas de José en las manos, para desgarrar sus vestiduras y dar alaridos de loca, haciendo que todos los sirvientes de la casa que estaban fuera entraran en un santiamén para ver que rayos le pasaba a la majareta de la jefa.
Cuando los tuvo a todos reunidos empezó a decir entre sollozos y rasgando todas las cortinas de la casa, que viesen lo que había hecho José con ella y empezó a contarles esta historia de terror.
-Vuestro amo le ha dado toda la confianza al esclavo José, lo hemos tratado como a un hijo, ¿Y qué hace él?, pues en la primera ocasión que encuentra y aprovechando que no había nadie en la casa trata de acostarse conmigo. Se presenta ante mí en pelota picada, por suerte, yo que soy una mujer honesta, poniéndome a gritar os he avisado y ha tenido que salir dejando la ropa aquí.
Cuando la noticia llegó a oídos del amo, como era de esperar, lo mandó encerrar, llevándolo a la cárcel del faraón que es donde iban los presos de categoría.
Así que ahora tenemos al pobre José en chirona y sin comerlo ni beberlo, pero eso si, con el Señor de su lado; menudo aliado tenía, primero lo quieren matar, luego lo venden y luego y, por culpa de una loca insatisfecha lo enchironan.
Pero a pesar de todo siempre se las arreglaba para caer bien a la gente, se podría decir que era un chico simpático pues ahí también se ganó la confianza del jefe de los carceleros y de esta manera José se hizo cargo de la trena, él lo hacía todo y además vigilaba que no se le escaparan los presos, eso si, no aceptaba a ninguna mujer en ella, fuera de la edad que fuera, ya se sabe, gato escaldado…
Y el jefe de los carceleros, pues nada, tumbado a la bartola rascándose la barriga, mientras José hacía todo la chamba, pero el Señor como siempre, lo cuidaba y según dicen hacía que todo le saliera bien, hasta los presos insistían en que se aseguraran que la reja de la celda estuviera cerrada, pues no le querían dar disgustos a José.
Mientras José se encontraba en el trullo, llegaron arrestados dos altos cargos del gobierno, el copero y el panadero de su majestad, algo muy chungo debían haber hecho para que el Faraón los mandara enjaular, como estuvieron una temporadita larga les dio tiempo de hacerse amigos de José, pues ya se sabe, cuando estás en una situación así entablas amistad con los compañeros de penurias y a veces hasta con los mismos carceleros.
Una mañana que José daba su ronda habitual por las celdas, vio a los dos individuos hablando muy cabizbajos y cariacontecidos; daba pena verlos de aquella manera, por lo tanto nuestro amigo José, siempre tan buena persona no se lo pensó dos veces y acercándose a ellos les preguntó cual era el motivo de sus cuitas.
Y mira tu por donde, que los dos personajes habían tenido un sueño esa misma noche, claro, cada uno el suyo, que la amistad era grande pero no como para compartir sueño y estaban deprimidos porque sabían que el sueño tenía un significado, pero no encontraban a nadie que les pudiera decir lo que este les estaba anunciando.
José los miró con cara de camaradería, mientras movía su cabeza de un lado para el otro y una sonrisa en los labios de los que saben pero…
Así que les dijo:
-A ver contadme esos sueños que tuvisteis, Dios da las interpretaciones, veré que puedo hacer, empieza tu le dijo al copero real.
-Vi una vid que tenía tres ramas, la vid retoñaba y le salían flores y estas se convertían en racimos de uva madura. Entonces yo tomé las uvas y las exprimí en la copa del faraón que llevaba en las manos.
Nuestro amigo sonrió y le dijo con aire de complicidad.
-El sueño quiere decir que en tres días el faraón revisará tu caso y podrás trabajar otra vez como copero real, en ese momento José aprovechó para usar influencias y le dijo al copero:
-Cuando eso pase, háblale de mí al faraón para que me saque de aquí, ya que yo no he hecho nada y ya estoy harto de este sitio y del jefe ese que no da golpe en todo el día.
Y girándose hacia el otro le dijo así:
-Ahora te toca a ti.
-Yo soñé, -le dijo el interpelado-, que tenía tres canastillas de pan blanco en mi cabeza, la que estaba arriba de todo tenía un gran surtido de pasteles para el faraón, pero los pájaros venían a comerse lo que había en el cesto.
José se lo quedó mirando con cara seria y le dijo de esta manera:
-Los tres canastos vuelven a ser tres días y como al copero, dentro de esos tres días el faraón revisará tu caso y este hará que te cuelguen de un árbol y los pájaros se comerán tu carne.
Tres días más tarde fue el cumpleaños del faraón y en palacio hubo una fiesta de las que hacen época y como el faraón estaba contento mandó llamar al copero y al panadero; tal como había dicho José, al primero le devolvió su cargo y este muy ufano y presumido volvió a servir el vino al faraón, pero claro, las cosas que se dicen en chirona muchas veces se olvidan y al copero se le olvidó darle el recadito de José al faraón.
Al otro se le cumplió lo revelado, fue colgado de una palmera, un sicómoro imagino y allí los pájaros dieron buena cuenta de él.
Debido al olvido del copero y a que a su antiguo amo, que le importaba un pimiento si este se pudría en chirona, José tuvo que esperar dos años más para salir de allí, estaba pálido y demacrado el pobre, tanto trabajar y no ver el sol deprime al más pintado, pero parece ser que el muchacho se lo tomó con filosofía y aguantó estoicamente.

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