martes, 11 de marzo de 2008

Sólo serán cuatro gotas, ¡Ya verás!...


Primera entrega:

Los años fueron pasando y la gente siguió naciendo y naciendo y la tierra se fue poblando, tanto por la parte de Adán y Eva como por la parte de Set y desde luego por la parte de Caín y su misteriosa esposa.
Se fueron estableciendo por diferentes ciudades y pueblos, pero parece ser que la gente se había olvidado tantito de la dichosa “Cólera Divina” y que ya iba por ahí haciendo de las suyas, y como es de suponer, eso a Dios no le gustaba para nada porque… ¿Dónde había quedado el temor de Dios?..., parecía que ya nadie le tenía miedo ni que le hacían sacrificios, la tierra se había vuelto puro cachondeo y pasaban mucho de él.
Por lo tanto siempre muy misericordioso, justo y bondadoso, decidió que como nadie se acordaba de él se cargaría de un plumazo a cuanto bicho viviente hubiera sobre la faz de la tierra. Dios se volvería a quedar como al principio o sea con sus ángeles, pero eso si, con un universo vacío; pero él puede hacer lo que le de la gana por algo es el dueño del changarro.
Pero ya he dicho antes que era compasivo, ecuánime y bondadoso y no quería hacerlo sin antes haber encontrado un ser justo en la tierra, por lo tanto se puso a buscar con ahínco.
La cosa le costó un poco ya que aquello era la reostia, pues la parlanchina serpiente estaba haciendo estragos por la tierra, ¡pobre Dios, la humanidad entera le había dado la espalda!
Pero la búsqueda no fue en vano pues encontró a Noé, hijo de Lámec, descendiente este de Set, el tercer hijo de Adán y Eva; Noé era un hombre justo, íntegro y de entre toda la gente temeroso de Dios, por lo que se da a entender, que le debía ofrecer sacrificios y que le obedecía. Noé estaba casado y tenía tres hijos, Sem, Cam y Jafet y debido a la bondad de su corazón encontró la gracia a los ojos de Dios.
Y un día, Dios Nuestro Señor, se acercó a Noé y le habló de esta manera:
-“He decidido acabar con todo ser viviente, porque la tierra está llena de violencia por culpa de los hombres. Voy a exterminar a todos ellos, junto con la tierra”.
No veáis el susto que se llevó Noé. Primero, porque no estaba acostumbrado a recibir visitas divinas, y segundo, porque ya me diréis a mí como se os quedaría el cuerpo si de repente viene Dios y os dice que va a exterminar la raza humana y a la tierra de paso.
¿Hincarse de rodillas?, ¿Pedir clemencia?, ¿Qué haríais en un caso así?, la verdad es que yo pensaría… Bueno si quiere exterminarnos como a simples cucarachas, ¿Por qué narices viene a contármelo a mi, si yo soy una de ellas?, además, ¿Qué tengo qué ver yo con todo esto?, me he estado portando bien, he cumplido con sus mandatos, le doy las más tiernas ovejas y las palomas más jugosas en sacrificio, ¿Porqué a mi, Señor, porqué?...y le imploraría con lágrimas en los ojos.
Pero parece ser que Dios tenía otros planes para él, así que continuó diciendo:
-“Construirás un arca con maderas resinosas y la dividirás en compartimentos, la calafatearás con pez por dentro y por fuera”.
Eso de calafatear con pez, no quiere decir que debía tomar un pez y hacer no se sabe que con él, no, calafatear quiere decir: impermeabilizar las junturas de la nave cerrándolas con algún material apto para eso, que en este caso sería la pez, un producto que se obtiene de mezclar agua fría y alquitrán.
Una vez aclarado este punto, continuemos con la historia que Dios se ha quedado hablando y no nos enteraremos.
En ese preciso momento Dios decía:
-“Estas serán sus dimensiones: ciento cincuenta metros de largo, veinticinco metros de ancho y quince metros de alto”.
-“Arriba harás un tragaluz a medio metro del remate, a un lado harás la puerta y dentro del arca harás tres pisos”.
-“Yo voy a enviar sobre la tierra un diluvio de aguas para destruir a todo ser viviente que hay bajo el cielo, todo lo que hay sobre la tierra morirá pero contigo en cambio estableceré un pacto”.
Como os podéis imaginar, Noé no entendía nada; el pobre además estaba tan asustado que ni se atrevía a preguntar, no fuera a perder la paciencia y se lo cargara a él también y en ese mismo instante. Escuchaba y escuchaba mientras asentía con la cabeza sin entender ni jota, además eso de hacer arcas debía de ser muy difícil y él era un pastor, que idea iba a tener él de calafateos y esas vainas.
¿Y si no flotaba esa cosa y si se hundía como una piedra, lo dejaría ahogarse o Dios lo salvaría por el esfuerzo hecho?, vamos, que el pobre estaba aturdido de tanta cosa y para postre no había podido tomar nota. ¿Cuántos metros de largo? estaba preguntándose Noé, cuando se dio cuenta de que el Señor seguía hablando, así que trató de concentrarse en lo que le estaba diciendo y no distraerse pensando en las medidas de la pinche barquita; cuando hubiera terminado el discurso y según el humor en que lo viera, le preguntaría sobre las medidas de la cosa en cuestión.
El Creador continuó hablando de esta manera:
-“Entrarás en el arca tu y tu mujer, tus hijos y las esposas de tus hijos. De todos los seres vivientes meterás contigo en el arca una pareja de cada especie, macho y hembra, para que sobrevivan contigo”.
“De cada especie de aves, reptiles, entrará contigo una pareja para salvaguardar la vida, y procúrate aquello que pueda servir de alimento a ti y a ellos”.
Si antes estaba preocupado por no haber anotado las medidas del arca, ahora lo estaba aún más, ¿Dónde se suponía que debía localizar a todos aquellos bichos?, ¿Cuánto tiempo tenía para construir semejante cosa, conseguir la comida y encima meter a los animales dentro y por si esto fuera poco, como se iba a financiar los viajecitos para encontrarlos?
Una vez que hubo terminado de hablar, Dios desapareció en su nube y el pobre se dirigió a su casa.
El hombre llegó a su humilde morada hecho un asco, arrastraba los pies y no tenía ánimos para nada, o sea, con una depresión de caballo, aquello no era justo, él había hecho siempre lo que Dios había dictado, había cumplido con sus mandatos.
Para Noé aquello era demasiado, él era un pobre hombre, ¿de dónde iba a sacar el dinero para la madera, los clavos, la pez y encima la comida para todo aquel montón de animales?, ya se veía flotando por encima de las aguas.
Porque claro, como es Dios solamente da las ordenes y de las cosas técnicas ya se encargarán los demás, ellos que se busquen la vida que para eso nos la dio.
El pobre pasó la noche del loro, en parte por la preocupación y en parte por el jolgorio que tenían montado en la ciudad, aunque a eso ya estaba más o menos acostumbrado; lo que lo tenía obsesionado era la orden del Señor y lo que debía meter en la barquita de las narices, así que dando vueltas en la cama le dio el alba y resignado se levantó dispuesto a construir a aquella cosa enorme que le habían encargado.
La verdad, no sabemos bien, bien como se lo montó, pero parece que consiguió hacer todas las cosas, porque sino no estaría escribiendo esta historia.
Una cosa hay que decir y es que vieron mundo, lo suyo les costó, ya se sabe que los viajes aunque sean de trabajo nunca son baratos pero todo sea por la gloria del Señor.
La captura de los animales, estuvo marcada por los problemas causados por las numerosas especies que componían la lista y por la peligrosidad de los bichos, sobre todo la caza de los leones y sus amigos los felinos, aunque claro está, tuvieron más de una anécdota divertida que contar cada vez que llegaban a casa.
Los canguros resultaron muy cómicos saltado por ahí como locos, también fue chistoso verlos en el Polo correteando a los pingüinos por el hielo y cayéndose cada dos por tres, aunque los cuatro pillaron un resfriado de mucho cuidado. Los elefantes pese a que se veían enormes y extraños con su larga trompa y sus desafiantes colmillos, con un poco de mano derecha no fue tan difícil hacerlos llegar donde estaban levantando aquel mamotreto.
Ni que decir tiene que la construcción del arca fue el espectáculo de la ciudad, ¿A quién se le ocurría ponerse a montar semejante artefacto en mitad de las montañas y a no se sabe cuantos Kilómetros del mar?, el pobre Noé fue el pitorreo de todo el mundo, pero él no tenía autorización Divina para ir por ahí explicándoles a esa pandilla de perdidos cuales eran los planes de Dios, claro que tampoco le hubieran creído, por lo tanto aguantó estoicamente el pitorreo que se traían los de la ciudad y alrededores y siguió edificando y recogiendo animalitos por esos mundos de Dios.
Un día cuando ya estaba a punto de recoger las herramientas para irse a su casa, Dios llegó en su nube de siempre y le dijo así.
-“Entra en el arca con toda tu familia, porque tu eres el único hombre justo que he encontrado en esta generación”.
-“De todos los animales puros toma siete parejas, machos y hembras y de los impuros sólo una pareja”
En ese momento, al pobre Noé el corazón le dio un vuelco, los ojos se le abrieron como platos y los pelos de la barba se le pusieron de punta, sólo le faltó añadir en voz alta…
-¡A ver, a ver que yo me entere bien! ¿No qué eran una pareja macho y hembra de cada especie, a qué viene ahora eso de siete parejas de puros y una de los impuros, de donde salió el resto ahora?
Pero Dios siguió hablando así:
-“De las aves del cielo, siete parejas de cada especie, con el fin de conservar la especie sobre la tierra”.
-“Porque dentro de siete días haré llover sobre la tierra por cuarenta días y cuarenta noches y exterminaré sobre ella todos los seres que he hecho”.
E inmediatamente salió disparado con su nube.
El pobre hombre no sabía que hacer, le había costado un chingo ir por esos mundos buscando animales y mientras se dirigía a su casa con los ojos arrasados por las lágrimas, iba cavilando de esta manera:
-Una pareja, dijo una pareja, ¿de dónde ha sacado ahora lo de las siete?, debe pensar que soy Superman o algo parecido y para acabarlo de arreglar, no sólo me manda a por más y se queda tan fresco, si no que me da siete días para meterlos a todos en el arca junto con la comida, aquí se va a formar un lío impresionante, de verdad., desde luego yo haré lo que pueda, pero lo de las siete parejas lo veo chungo, muy chungo. Podría haberme avisado antes si ha cambiado de opinión ¡Vamos, creo yo!, pero no, llega de repente, te suelta lo que tiene que decir, y ¡Hala!, se larga otra vez en la nubecita de marras y si tienes algo que decir ni tiempo te da para consultarle dudas; que sea lo que él quiera, yo haré lo que pueda, desde luego, no soy él.
Milagrosamente Noé consiguió todas las parejas que necesitaba, meterlos en el arca fue otra historia.
Así que mientras su esposa y las nueras iban metiendo la comida necesaria para semejante travesía, sus tres hijos y él se dedicaron a meter a los animales dentro del arca.
Aquello si que fue un lío descomunal, pues para empezar los felinos se querían comer a cualquier bicho viviente que veían, el agua para los hipopótamos junto con ellos claro está, fue otro problema pues tuvieron que construir piscinas para que se metieran dentro y desde luego otras para los cocodrilos, las jirafas, ¿Dónde pondrían a las jirafas?, ¿Cómo conservarían a los pingüinos fresquitos?
Los osos, los elefantes, los monos…, los monos eran historia aparte, no había manera de que se quedaran quietos, saltaban por todas partes, mordían a los que se les pusieran delante y les tiraban de los pelos, durante la travesía si se perdía algo, uno ya sabía donde ir a buscar, ¡Con los monos!
Las jaulas con las aves, por cierto, los pavos reales con sus enormes colas, disfrutaron de la exclusividad de tener una jaula para cada uno de ellos.
Los rinocerontes, las serpientes, en fin para que os voy a contar, menudas peripecias tuvieron que pasar aquella pobre gente para instalar a todo aquel zoológico dentro del arca, pero bueno, eso también se consiguió, así que al final del séptimo día y cuando ya empezaba a chispear, Noé y toda su familia se encontraban frente al arca satisfechos del deber cumplido y en espera de ordenes del alto mando, que no se hicieron esperar con el mandato de entrar y una vez dentro el Señor cerró las puertas tras ellos y...

No hay comentarios: