jueves, 17 de enero de 2008

De vez en cuando la vida...


Abdalla y Genet


Dice Serrat: De vez en cuando la vida se nos brinda en cueros…

Abdalla, llegó de Etiopía con su maleta llena de sueños e ilusiones, y aterrizó en mi casa.
Pelo negro y muy rizado, piel negra, y los ojos más grandes que he visto en mi vida, su alma se asomaba por ellos junto con sus miedos, mezclados con la enorme esperanza de una vida mejor, que hacía que estos se iluminasen y te sonrieran.
Encontramos un trabajo para él, “All ham du li Allah” (Gracias a Dios), dijimos los dos, cuando lo llevaba al lugar, estaba tan contento que su alegría se desparramaba por el coche.
Por fin ganaría dinero, tendría un trabajo digno, sería como los demás y podría empezar su vida.

Llegaba cada Viernes sin decir nada, callado, pero con su sonrisa pintada en sus ojos.
-¿Cómo va todo Abdalla?- preguntaba cada semana.
-Bien Mama, todo bien- contestaba con una enorme sonrisa en su rostro.
Y el tiempo fue pasando; un día, la vida, nos dio en la cara, y Abdalla se desgranó.
Desde el día que había entrado a trabajar no le habían pagado, casi un año, su permiso de trabajo no había sido hecho, y debía salir cada tres meses del país, asumiendo los gastos para renovar su visa de turista, dormía en el suelo, en el cuarto de la limpieza junto con las caja de arena de cinco gatos, pero todo estaba bien, nunca se quejaba.

Al enterarnos, decidimos tomar cartas en el asunto y lo mandamos fuera del país, para renovar su visa de turista, y ponerlo bajo nuestro sponsorship (patrocinio), todo eso a espaldas del Dubaití que lo tenía contratado y aprovechando que su antigua visa ya había caducado; mientras, su empleador se volvía loco buscándolo, no quería perderse aquel chollo.
Salió del aeropuerto con los papeles en la mano, yo los tomé rápidamente y los metí en mi bolso, con él de la mano y corriendo como locos llegamos al coche, no fuera ser que aquel piadoso individuo pudiese estar por ahí, nunca se sabe que contactos tiene esta gente, yo había entregado sus papeles en migración, como lo indican las leyes del país, a esas alturas ya se podía haber imaginado que había pasado con él, y bien podía haber extendido su tentáculos para localizarlo y estar esperando en el aeropuerto.
Nos metimos en el coche, le puse los seguros y entonces lo miré. Abdalla lloraba, pero sus ojos reían, lloraba y reía a la vez, sólo me dijo, gracias Mama, el gracias más bello que he oído en mi vida, puse el coche en marcha y nos dirigimos a la casa.
El empleador estuvo amenazándolo durante dos semanas con mandar a la policía para deportarlo, y él temblaba de miedo y palidecía cada vez que su móvil sonaba con nuevas intimidaciones, al final, parece que se dio cuenta de que no tenía nada que hacer, el chollo se le había esfumado.

Conseguimos un trabajo, este de verdad, tiene su permiso de trabajo en toda regla, su contrato se renueva cada tres años y un salario que recibe puntualmente a final de mes.
Unos meses más tarde de esta aventura, Abdalla se casó en nuestra casa, fue una boda Etíope por todo lo alto, con cantos y mucha alegría. Ahora soy abuela de un precioso niño, con unos ojos tan bellos y limpios como los de su Padre.

No quiero que penséis que me estoy poniendo laureles, nada más lejos de la realidad, se que esto es sólo un grano de arena en comparación con lo que se podría hacer, con lo que deberíamos hacer, la historia de Abdalla es simplemente una más de las que cada día hay en el mundo, y en las que deberíamos vernos todos involucrados, pues una vida mejor es algo que todos tenemos derecho a tener.

1 comentario:

Anónimo dijo...

He tenido la fortuna de haber seguido de cerca "en vivo y en directo" esta historia que bien podria haber salido del puño de un libretista.
Que no te quieras poner los laureles, pienso, es tambien una decision tuya muy acertada. Pero dejame decirte que bien ganados se los tienen tu y tu familia por la dedicacion y la perseverancia para resolver al menos una de las tantas injusticias ocultas por el brillo de una ciudad de ensueño.
Salud!
Jorgito