miércoles, 10 de septiembre de 2008

¡Viva las Vegas!


Este verano he pasado tres semanas en México, como siempre ha sido una delicia y me he divertido de lo lindo, allí tengo muy buenos amigos.
Una de ellos y mucho más que una amiga, es Ada, es una mujer con un corazón enorme, sentido común como he visto en pocos y muy sabia, aunque ella no quiera reconocerlo; deliciosamente loca y un sentido del humor impresionante.
Pues bien, Ada es especial y tiene una forma muy peculiar de contar las cosas, lo hace de tal manera que es imposible imitarla pues usa unas expresiones que la hacen única.
Durante estas vacaciones me puso al día de muchas cosas que pasaron durante los dos años que no nos vimos y entre ellas también contó alguna que otra anécdota que no conocía y cuando ella me cuenta algo nunca pongo en duda su veracidad.
Ahora voy a contaros una de esas anécdotas y que hicieron que todos los que allí estábamos nos muriéramos risa, no sólo por el hecho, si no también y como ya he dicho antes por la forma que tiene de contar las cosas.
Una pareja de recién casados hijos de una amiga de Ada, vecinos de un pueblo de México y parece ser que no muy expertos en viajes al extranjero, decidieron ir de luna de miel, nada más y nada menos que a Las Vegas, Nevada, Estados Unidos de América.
Desde luego, la familia los aleccionó sobre las medidas a tomar para evitar problemas en ese lugar de orgía y desenfreno y los avisaron hasta la saciedad sobre la depravación, el vicio, la delincuencia, que hacen a Las Vegas, la Sodoma y Gomorra moderna.
Esta pareja, llegó al hotel tan obsesionada con la seguridad que debían tener todo en todo momento, que se pasaron el viaje desconfiando hasta de su propia sombra y creo que no llegaron a divertirse todo lo que les hubiera gustado.
Una mañana y mientras estaban disfrutando del sol en la piscina del hotel, la muchacha descubrió horrorizada que había dejado olvidadas las tarjetas de crédito en la habitación, así que sin pensarlo dos veces y en bikini, se dirigió rápidamente al elevador para rescatar las tarjetas en peligro.
Como la piscina se encontraba una planta más abajo que la recepción, al llegar al primer piso, las puertas se abrieron y entró, lo que según ella era un “negro de proporciones descomunales” con un perro.
Y teniendo en cuenta todo lo que le habían advertido, lo primero que pensó fue:
-¡Dios, me van a violar!, mejor me quedo quieta y a ver si consigo escapar del ataque.
Así que se quedó en un rincón del ascensor, sin atreverse a mover, en ese momento el hombre dio una orden, “sit”, desde luego dedicada al perro, pero nuestra amiga estaba en tal estado de espanto que inmediatamente se sentó en el suelo y se quedó allí, pensando que si colaboraba quizás no sería tan traumática la agresión y acuclillada en el rincón, esperó que llegara el fatídico momento.
Lo que llegó fue el ascensor al piso donde ella tenía que bajar. Si el hombre ya estaba extrañado por el inusual comportamiento de la muchacha hasta ese momento, lo que estaba viendo ahora, rozaba el esperpento.
Y es que la chica, asustadísima y con mucho tiento, estaba saliendo del ascensor a cuatro patas y de esta guisa se estaba encaminando a su habitación, así que a gatas recorrió el pasillo que la separaba de su “agresor”, mientras que de vez en cuando dirigía alguna mirada sobre su hombro, controlando por si el monstruo se iba hacia ella, aunque realmente lo que él estaba haciendo, era mirarla desde donde estaba, cada vez más sorprendido por aquel comportamiento tan extraño. Cuando la señorita llegó a su habitación y con un ataque de pánico debido al espantoso momento que acababa de pasar, llamó inmediatamente a recepción y avisó del asalto al cual había escapado….
Desde luego, en el hotel se disculparon por el terrible momento que había pasado la señora y le aseguraron que en su hotel la seguridad era muy buena y que jamás les había ocurrido algo parecido, pero que investigarían.
En fin, los días pasaron y nadie le supo decir que había pasado con su “agresor” y sin noticias del hombre en cuestión terminó la luna de miel, cuando fueron a abonar la cuenta del hotel, el recepcionista les informó que la cuenta estaba pagada, ellos se miraron extrañados ya que ninguno de ellos lo había hecho, pero un sobre que en ese momento le tendían a ella los sacó de dudas, dentro, una corta nota decía así:
Jamás en mi vida me he divertido tanto como el día en que me la encontré a Usted en el elevador, es por eso que me atrevo a hacerle este pequeño regalo como muestra de mi agradecimiento.
Muchas gracias.
Lionel Richie
Para que añadir más...

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