domingo, 25 de mayo de 2008

Dios llama a Moisés


Moisés cuidaba las ovejas de su suegro que era sacerdote de Madián.
Un día en que las había llevado a través el desierto, llegó hasta el monte de Dios llamado Horeb.
Allí el Ángel del Señor se le apareció en la forma de una llama de fuego, en medio de una zarza, Moisés, estuvo mirando durante un rato como la zarza ardía con el fuego pero que esta no se consumía, y mientras se acercaba a ella pensaba:
¡Qué cosa más rara!, Voy a ver porque no se termina de quemar.
Así que Moisés se acercó a la zarza, Dios, que por supuesto lo ve todo, al ver que Moisés se acercaba a la zarza, lo llamó
-“¡Moisés!, ¡Moisés!”
Y Moisés que había ido a un colegio de pago y tenía una buena educación por supuesto, y aunque no veía a nadie, rápidamente contestó:
-Aquí estoy.
-“No te acerques. Y descálzate, porque el lugar donde estás es sagrado.”
Y añadió:
-“Yo soy el Dios de tus antepasados. Soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.
Moisés se cubrió la cara pues le daba miedo mirar a Dios, pero el Señor continuó:
-“Claramente he visto como sufre mi pueblo que está en Egipto, ¡A buenas horas mangas verdes!, los he oído quejarse por culpa de su capataces y sé muy bien lo que sufren pues he visto como los maltratan.
Por eso he bajado para salvarlos del poder de los Egipcios, sacarlos de ahí y llevarlos a una tierra grande y buena, donde la leche y la miel corren como el agua.
-Ponte en camino, porque te voy a enviar al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas.”
Entonces Moisés le dijo al Señor:
-¿Y quién soy yo para presentarme ante el faraón y sacar de Egipto a los israelitas?
Y Dios le contestó:
-“Yo estaré contigo y esta es la señal que yo mismo te envío:”
Mientras luego no se olvide que tiene otra señal con Moisés, yo creo que ya está tiene muchas acumuladas y con la memoria que tiene, ¡Ya me diréis!
Bueno sigamos con las palabras de Dios, que en aquel momento seguía diciendo:
-“Cuando hayas sacado a mi pueblo de Egipto, todos vosotros me adoraréis en este monte”.
Acabáramos, así que esta es la señal, adorarlo en ese monte, la señal no es para Moisés, no, la señal es para Dios, debe ser como algo así como: ¡Oye!, que ya hemos llegado, ya los he sacado de Egipto, ¿Y ahora qué hacemos?, y mientras esperan, le prepararán alguna barbacoa de las que tanto disfruta el Creador, ¡Vamos!, creo yo.
Pero Moisés no estaba muy seguro de todo aquello, como que ya se estaba empezando a oler en que se estaba metiendo, así que le contestó:
-El problema es que si voy y les digo a los israelitas: “El Dios de vuestros antepasados me ha enviado, ellos me van a preguntar: ¿Cómo se llama? Y entonces ¿Qué les voy a decir?
¿No es siempre el mismo Dios, como que cómo se llama?, para mi Dios sólo tiene un nombre, ¿No lo había dicho nunca?, ¡Qué cosas!, ¿Verdad?
Y Dios le contestó:
-”YO SOY EL QUE SOY”.
¡Toma!, para que luego digáis, eso es una respuesta, no como algunos que te dicen: me llamo Pepe, o me llamo Luís, no, yo soy el que el soy, para que te quede claro, pero ahí no quedó la cosa, no, siguió diciendo:
-“Y dirás a los israelitas: “YO SOY me ha enviado a vosotros”.
En ese momento Moisés se estaba preguntando: ¿De qué narices estará hablando?, el pobre no entendía nada, mientras miraba la zarza que no se consumía ni a tiros, pensaba: debe ser que Dios habla así, pero lo verdad, podría ser un poco más claro, porque si llego allí y les digo semejante cosa me van a echar con cajas destempladas y ¿entonces ya me dirás que hago?
Pero Dios no había terminado de decir lo que había venido a manifestar, no, pues habéis de saber que al Señor le encanta la retórica, por lo tanto el Señor siguió hablando de esta manera:
-”Di también a los israelitas: El Señor, el Dios de vuestros antepasados, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, me ha enviado. Este es mi nombre eterno; este es mi nombre para todos los siglos: El Señor, el Dios de vuestros antepasados, se me apareció y me ha dicho que ha puesto su atención en vosotros y ha visto el trato que os dan y que os va a librar de los sufrimientos en Egipto y os llevará a un país donde la leche y la miel corren como el agua.
-Los ancianos te harán caso, entonces irás con ellos a ver el rey de Egipto y le dirás: El Señor, el Dios de los hebreos, ha salido a nuestro encuentro. Por lo tanto déjanos ir al desierto, a una distancia de tres días de camino a ofrecer sacrificios al Señor nuestro Dios.
-Sin embargo,- siguió diciendo Dios-, yo sé muy bien que el rey de Egipto no os dejará salir sino es por la fuerza, por lo tanto yo mostraré mi poder y heriré de muerte a los egipcios con todas las cosas asombrosas que haré en su país; después de eso el faraón os dejará salir. Además yo haré que los israelitas se ganen la buena voluntad de los egipcios y así no salgan del país con las manos vacías. Cada mujer pedirá a otra mujer que viva con ella, que le de objetos de plata y de oro y vestidos, con los que vestiréis a vuestras hijos e hijas, despojando así a los egipcios de todo lo que tengan”.
A ver, vayamos por partes, porque aquí la cosa esta un poco… ¿Cómo diría, rara?
Por un lado tenemos que Dios nunca le ha dado su nombre a nadie y yo me pregunto: ¿Por qué, era un secreto hasta ahora, no debíamos conocerlo, es tan difícil decir: “Yo soy el Señor tu Dios”, a qué tanto misterio?, dejadme que sea un poco mal pensada, ¿Será que no quería que lo llamaran, que no lo molestaran, él puede ver todo lo que hacemos, pero que no lo molesten a él?
Por el otro lado, tenemos ese párrafo de que: “los castigará, que dará muerte a todos los egipcios con las cosas más asombrosas”, pero luego dice: “nadie saldrá de Egipto con las manos vacías, que se ganarán la buena voluntad de los egipcios”
Bajo mi humilde punto de vista y sin verlo muy claro, creo que si la gente empieza a caer como moscas, y que sólo son egipcios los que mueren, lo de pedir las joyas de oro y plata, en ese momento, ¿no es coacción? Es como decir: mi Dios está acabando con todo tu pueblo, tú ahora te estás muriendo, ¿de qué te sirven las joyas? , mejor me las das a mí que yo si me voy a salvar y a mi aún me queda tiempo para disfrutarla o quizás no decir absolutamente nada y esperar a que los egipcios la palmaran y entonces simplemente llevárselas, porque encima de que el pueblo de Egipto va a sucumbir bajo la ira del Señor, encima que les tengan que dar las joyas y la ropa, pues como que me suena a recochineo, ¿no?, pero ya se sabe… Dei irae y contra eso no se puede hacer nada.
Pero Moisés insistía e insistía, parece, como he dicho antes, que ya se olía donde se estaba metiendo o es que definitivamente era tonto y no sabía que el Señor tenía muy poca paciencia, porque nada más hacía que buscar excusas.
Moisés le dijo así:
-Ellos no me creerán, ni tampoco me harán caso, al contrario me dirán: ”El Señor no se te ha aparecido”.
-¿Qué es lo que tienes en la mano?, -le preguntó Dios.
Moisés miró su mano derecha y pensando que este Dios hacia unas preguntas muy raras, contestó:
-Pues un bastón.
-¡Vamos!, tíralo al suelo-, ordenó el Señor.
Moisés lo tiró al suelo y acto seguido se convirtió en una serpiente, desde luego Moisés se pegó un susto de los de verdad y levantándose la túnica se puso a correr para alejarse de ella, pero el Señor le dijo:
-Extiende la mano y agárrala por la cola.
Moisés se quedó mirando a la zarza que continuaba ardiendo como si tal cosa, pensando: está loco si cree que tomaré esa cosa por la cola, aunque a lo mejor si no lo hago…, muerto de miedo, alargó la mano y la tomó por la cola y en ese momento la serpiente se convirtió otra vez en el bastón.
-“Esto es para que crean que se te ha aparecido el Señor, Dios de tus antepasados, de Abraham, de Isaac y de Jacob.”; ¿siempre ha de repetir todos los nombres?, siempre los nombra todos, la próxima vez me los salto.
El Señor continuó diciendo:
-“Ahora, mete tu mano en el pecho”.
Moisés corrió a obedecer e introdujo su mano dentro de la túnica y cuando la sacó, tenía la mano enferma de lepra y blanca como la nieve, entonces Dios le dijo:
-“Vuelve a meter tu mano en el pecho”.
Desde luego Moisés no se lo pensó dos veces, era un poco tonto quizás, pero no estaba loco, así que metió inmediatamente la mano en el pecho y cuando la sacó, esta estaba perfectamente bien.
Luego el Señor le dijo:
_”Si con la primera señal no te creen, ni te hacen caso, entonces te creerán con la segunda, pero si no te creen con ninguna de las dos, entonces toma agua del río y derrámala sobre el suelo. En cuanto el agua toque el suelo se convertirá en sangre”.
-¡Ay! Señor,- dijo Moisés.- Es que yo no tengo mucha facilidad de palabra y esto que estás hablando con tu siervo.-Y diciendo esto, Moisés hizo una reverencia, supongo que para ver si colaba,- no es sólo de ayer, ni de ahora, si no de tiempo atrás, siempre que hablo se me traba la lengua.
En aquel momento, Dios empezó a pensar que se había equivocado de persona, estuvo a punto de preguntar, si en verdad era Moisés con quien hablaba, pero él antes lo había llamado y el otro le había contestado: aquí estoy, así que no había error posible, realmente se trataba de Moisés. Pero, ¿y si no era él la persona indicada para llevar a cabo aquella misión y si mejor llamaba a Tom Cruise y se dejaba de tonterías?, pero Dios, y tengo que reconocerlo, ahí sí que demostró una paciencia infinita y un empeño que muchos quisieran para ellos, porque con un profundo suspiro, le dijo:
-“¿Y quién le ha dado la boca al hombre?, ¿Quién si no yo, lo hace mudo, sordo, ciego, o que pueda ver? Así que anda, que yo estaré contigo cuando hables y te enseñaré lo que debes decir”.
-¡Ay, Señor, por favor, envía a alguna otra persona!
Por lo que empezamos a conocer de Dios, aquí nos esperaríamos una de sus rabietas “Divinas”, pero no, esta vez no, aunque se enfadó, la sangre no llegó al río, ni se ahogó nadie, ni lo expulsó de la tierra, no señor, esta vez se contuvo la mar de bien y dijo, eso sí, con el tono de voz algo más fuerte de lo que había usado hasta ahora:
-¡Pues ahí está tu hermano Aarón, el Levita!, yo se que el habla muy bien. Además el viene a tu encuentro y se va a alegrar mucho de verte. Habla con él y explícale todo lo que tiene que decir; yo, por mi parte estaré con él y contigo cuando hablen y les daré instrucciones de lo que deben hacer. Tu mismo le hablarás a Aarón como si yo lo hiciera, y él le comunicará al pueblo lo que digas tú. Llévate el bastón, porque él hará cosas asombrosas”
Yo estoy casi segura que cuando dijo lo del bastón, Dios, estuvo a punto de decirle: Porque si lo dejas aquí, te arrearé con él en la cabeza. Pero creo que es muy atrevido pensar algo así y más teniendo en cuenta que Dios tiene una paciencia infinita.

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martes, 20 de mayo de 2008

Moisés huye de Egipto


El muchacho creció como egipcio y se hizo hombre.
Un día que iba de paseo por ahí se detuvo en las obras; esas descomunales que solían hacer los egipcios en aquella época, y se quedó mirando a sus hermanos de sangre como trabajaban.
Mirándolos, vio escandalizado que los trabajos que estos hacían eran realmente duros, ¿pensaba qué construir pirámides era cosa de coser y cantar?, el hombre no era tonto y rápidamente se percató que aquellas enormes piedras pesaban como condenadas y que el esfuerzo que suponía subirlas hasta donde debían ser colocadas no era “moco de pavo”, pero lo que más le horrorizó fue qué estos eran tratados como esclavos, bueno, en realidad lo eran.
De repente vio horrorizado como un egipcio maltrataba a uno de los suyos, al verlo la rabia se apoderó él y sin poderse contener, se abalanzó sobre el egipcio y a sopapo limpio lo mató, después y para ocultar el cadáver lo enterró en la arena y se alejó del lugar y para disimular se fue silbando una melodía.
Al día siguiente y con la excusa de que necesitaba aire fresco, regresó a las obras, mientras se acercaba al lugar vio a dos israelitas que se estaban agarrando de los pelos y arreándose de lo lindo, decidido se acercó a ellos y le preguntó al que arreaba con más ganas:
-¿Porqué golpeas a uno de tu propia raza?
Y el otro que era un chulo de mucho cuidado le dijo:
-¿Quién te ha elegido a ti como juez en esto, acaso piensas matarme como hiciste con el egipcio, eh?
Moisés entró en pánico pues eso significaba que alguien lo había visto cuando se cargaba al egipcio y que silbar no le había servido de nada y no iba muy desencaminado pues el faraón ya se había enterado del altercado y lo había puesto bajo busca y captura para cepillárselo.
Moisés salió por piernas de la ciudad y se fue a la región de Madián, allí se sentó cerca de un pozo, no dando ninguna clase de especificación sobre lo que lo llevó al pozo en cuestión. Me lo imagino ahí sentado, sin saber qué hacer, simplemente sentado y preguntándose que es lo que podía estar haciendo allí.
En esa región de Madián había un sacerdote que se llamaba Reuel, el clérigo tenía siete hijas, pobre hombre.
Aquel día, las chicas habían ido a sacar agua, ¡fíjate tú, qué casualidad! Y Moisés, allí sentado sin nada que hacer rascándose la cabeza.
Pues bien, esas chicas habían ido a sacar agua para llenar los bebederos y dar de beber a las ovejas de su padre, pero unos pastores vinieron y las echaron de allí, ¡Qué poca madre!, ¿Verdad?, y claro está, el aguerrido y valiente muchacho se levantó para defenderlas, hacerlo sentado hubiera sido el colmo de la mala educación y definitivamente no lo era, no sólo las defendió sino que además de defenderlas, les dio de beber a las ovejas y todo.
Cuando las muchachas llegaron a casa el padre les preguntó que como es que habían llegado tan pronto.
Desde luego aquello se convirtió en un gallinero, las siete hablando a la vez contando lo que había pasado con lujo de detalles, el pobre no entendía nada y tuvo que hacer un esfuerzo para que lo oyeran cuando les gritaba:
-Una, he dicho que lo cuente una.
Entonces una de ellas; no sé bien cual fue, le dijo:
-Verás padre, un egipcio,- pues Moisés iba vestido de egipcio-, nos defendió de los pastores, les dio de beber agua a las ovejas y sacó el agua para nosotras.
Entonces el padre les dijo:
-¿Y dónde está ese hombre, porqué lo dejasteis sólo? ¡Id a llamarlo para que venga a comer!
Y siempre apegándome a las “escrituras”, que en este momento dice:
Y así fue como Moisés aceptó a quedarse a vivir en la casa de Reuel.
Pobre hombre, siete hijas, lo invita comer y el tipo va y se queda a vivir, por supuesto Moisés aceptó, pero el sacerdote lo invitó a comer, ¡A comer!, no a vivir, se quedaría a cenar y luego a dormir y ya luego, como que se acostumbrarían a él, supongo, porque si no ya me dirás.
Fijaros hasta donde llegó la invitación a comer que el sacerdote acabó ofreciéndole a su hija Séfora en matrimonio y hasta tuvo un hijo con ella, al que puso el nombre de Gersón, porque dijo:
-“Soy un extranjero en tierra extraña”, -Moisés lo dijo, no el crío, el crío no hablaba aún cuando le pusieron el nombre, si no, seguro que hubiera dicho algo al respecto.
Los años pasaron y el faraón murió, pero claro, los israelitas seguían quejándose y lamentando su esclavitud.
Entonces Dios escuchó sus lamentos; ¿algo sordo, quizás?, porque mira que llevaban años y años lamentándose. Y atendió sus suplicas, acordándose del pacto que había hecho con Abraham, Isaac y Jacob. Los vio Dios y se dio cuenta de su condición.
Vamos a ver, yo creo que no entiendo muy bien todo esto, ya dije en otro momento que para mi que Dios tiene mala memoria, por eso no diré nada aquí sobre eso, ¿Pero eso de que Dios los vio y se dio cuenta de su condición?, ¿es cachondeo?, se supone que Dios lo ve todo ¿no?, entonces, ¿Cómo que los vio, no está viéndolo, todo, siempre? , señores, por favor, que son “Escrituras” y además, se supone que son “Sagradas”
Además organizó un lío tremendo con José y sus hermanos y las vacas flacas para que estos llegaran hasta Egipto, ¿Ahora me van a decir qué se había olvidado?
Otra cosa más, él mismo había dicho que los sacaría de allí, así que no me venga con historias de que los había visto sufrir y todas esas cosas, él mismo los había llevado allí, responsabilidad señores, responsabilidad.

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miércoles, 14 de mayo de 2008

¡¡¡Missing!!!


Como podeís ver, me he saltado de un golpe el resto de la historia de José, no es por un loco capricho mío, lo que pasa es que la tecnología sigue azotándome y no se que cuernos hice con el archivo donde lo tenía, pero....¡¡¡Desapareció!!!, así que debo volver a escribirlo, por lo tanto y mientras eso sucede, seguiré con Moisés, espero que os guste.

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Moisés


El tiempo pasó, el faraón murió y le sucedió uno nuevo, supongo que el hijo, porque como no se dan datos en el Antiguo Testamento, no se sabe quiénes eran esos faraones, lo que si se cuenta es que por lo visto los israelitas habían dejado de ser los consentidos del reino y se habían convertido en mano de obra barata y que la cosa empezó a ponerse chunga pues cada vez había más, así que el nuevo faraón estaba realmente asustado, pues podría ser que algún enemigo de Egipto les declarase la guerra y que estos se pusieran del bando contrario, así que pensó:
-Voy a ver si me cargo unos cuantos, de esta manera reduciré el número, ya empiezan a ser más numerosos que nosotros y esto no me gusta nada, pero antes de eso llamaré a las parteras y les comunicaré una idea que se me ha ocurrido.
El Faraón llamó a las parteras del país; que por cierto eran israelitas y les dijo de esta manera:
-Mirad, se me ha ocurrido una idea y creo que con vuestra ayuda puede ser genial, escuchadme pues, yo propongo que cuando vayáis a asistir un parto de alguna mujer Israelita, os fijéis bien y si lo que tienen es un varón pues entonces os lo carguéis, ¿Qué os parece?
Desde luego, las mujeres que no eran tontas le dijeron que con mucho gusto, que sí, que claro, que lo harían, ¿Qué le iban a decir?
El faraón se quedó muy satisfecho con la contestación de las mujeres, pero aún así arremetió contra el pueblo de Israel, siguió fastidiando, ¿y me preguntaréis cómo?, y yo os contestaré que se dedicó a fastidiarlos en el lugar de trabajo, le dijo a los capataces que les dieran más trabajo, disolvió los sindicatos y se instauró la ley del embudo, por lo tanto los Israelitas no paraban de trabajar y encima sin derecho a réplica.
El faraón que no era tonto del todo, se dio cuenta de que lo de las parteras no estaba marchando muy bien y las volvió a convocar en Palacio, y otra vez todas para allí, una vez estuvieron ante él les dijo:
-¿Sabéis?, yo no veo que esto esté funcionando, están naciendo muchos varones y no entiendo porque.
Las parteras que estaban muy serias, aunque por dentro se estaban riendo a carcajadas, le dijeron:
-Señor, lo que pasa es que las israelitas son diferentes a la egipcias y cuando llegamos ellas ya han tenido a la criatura, así que no podemos hacer nada.
Esto agradó al Señor que ya tenía planes para todos esos niños y las bendijo con una familia numerosa, la cosa es que, ¿si la vida estaba tan dura por Egipto en esos días, realmente era una bendición, porque a veces el Señor tiene un criterio muy extraño sobre las bendiciones, acordaros de Noé, menudo lío con la bendición del Creador, pero ya sabéis, es sólo mi opinión…
El Faraón las despidió pero se quedó pensando en algo más drástico, así que les dijo a sus soldados que fueran a donde vivían los israelitas y que ahogaran a todos los bebes varones, pero sólo a los varones, las niñas ni tocarlas.
Pues bien, una mujer israelita que había tenido un varón, viendo que este era hermoso lo escondió, ¿si hubiera sido feo lo habría matado ella misma?, pero cuando el niño tenía tres meses no pudo esconderlo más, ¿lloraba mucho?, así que un día, ni corta ni perezosa, se fue al río con él, no, no penséis nada raro, la cosa no es como la imagináis.
Decía que se fue al río con el niño y una canasta, una vez allí tapó todas las junturas para que no se colara el agua y metió al niño dentro y lo dejó entre los juncos a la orilla del río Nilo, diciéndole a su hija mayor que se quedara a cierta distancia para ver qué es lo que pasaba con la criatura.
Al cabo de un rato, la hija del Faraón, fue al río a bañarse mientras sus sirvientas se paseaban por la orilla, entonces, en un recodo del río y entre los juncos la muchacha encontró la canastilla y cuando descubrió que dentro había un niño exclamó:
-¡Oh!, un niño.
Ya os habréis dado cuenta de la agudeza mental de la real muchacha que se percató rápidamente de que aquello con dos piernas y dos brazos, que lloraba desconsoladamente era precisamente un niño
Entonces, la princesa tomándolo en brazos y siguió diciendo:
-Este niño es hebreo.
Palabras que vuelven a demostrar la inteligencia de la señorita.
Entonces la hermana del niño que aún siendo hebrea también era muy lista le propuso:
-Majestad si usted quiere, puedo ir a buscar una nodriza hebrea para que amamante al niño.
Desde luego la otra ya no podía decir nada, sus sirvientas la observaban de cerca y claro, llamar a la guardia o ahogar al niño ella misma hubiera sido terrible, además la chica tenía buen corazón y el chiquillo le dio una pena terrible por lo que contestó inmediatamente:
-Ve a por ella.
La chica, que como ya dije antes no tenía un pelo de tonta, fue inmediatamente a buscar a su madre que inmediatamente se personó ante la princesa.
-Toma a este niño y críamelo te pagaré por tu trabajo, -le dijo la hija del faraón.
La madre, que ya estaba contenta porque iba poder seguir con su hijo, imaginaros si encima le pagaban por hacerlo.
El niño fue llevado por su madre y sin miedo a que le dijeran nada por tenerlo, total eran órdenes de la princesa, ya se arreglaría ella con su padre, ¿No?
Cuando el chiquillo creció, fue entregado por su madre a la hija el faraón, la cual lo adoptó como hijo suyo y lo llamó Moisés, pues dijo:
-Yo lo saqué de las aguas.

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domingo, 4 de mayo de 2008

José interpreta el sueño del faraón



Una noche, el faraón, que vivía en palacio encantado de la vida, soñó que estaba de pie a la orilla del Nilo y que del río salían siete vacas hermosas y gordotas, que comían hierba entre los juncos del río, detrás de ellas, y saliendo del mismo lugar, aparecieron siete vacas flacas y feas, que se comieron a las vacas hermosas y gordas.
El hombre se despertó debido a la rareza del sueño, pero se volvió a dormir y volvió a tener otro sueño, en este, veía que siete espigas de trigo llenas y hermosas crecían en un solo tallo, pero detrás de ellas, siete espigas, secas y quemadas por el viento del este se comían las espigas gruesas y llenas.
El faraón se despertó se despertó sobresaltado pero al darse cuenta de que sólo había sido un sueño se volvió a dormir.
A la mañana siguiente mandó llamar a todos los adivinos y sabios de Egipto para ver si alguno de ellos podía decirle el simbolismo de estos dos extraños sueños, pero ninguno de ellos pudo descifrar que narices significaba eso de las vacas y de las espigas.
Al faraón siempre que tenía junta le gustaba tomarse una copita de vino, por si había algún disgusto pasarlo con mejor sabor de boca y claro el copero real era imprescindible en estos menesteres.
El hombre iba y venía sirviendo al rey mientras no podía evitar oír como los sabios del reino decían que no tenían ni idea, así que ni corto ni perezoso le contó al faraón las proezas del joven hebreo llamado José, y que todo se había cumplido como él lo había predicho.
El faraón se dirigió a su guardia y les dijo que trajeran inmediatamente a ese hebreo, estuviera donde estuviera, así que casi en volandas lo llevaron de la cárcel al palacio del faraón, pero eso si, primero se cortó el pelo y se cambió de ropa antes de personarse ante Su Majestad, que tampoco era plan de ir lleno de mugre, ¡Pobre, pero limpio!
Cuando lo tuvo delante, el faraón le dijo que tenía una pandilla de inútiles como adivinos y sabios, que no sabían hacer nada e interpretar mucho menos, y que el copero mayor se había acordado de él y de lo bien que lo había hecho mientras este estaba en la cárcel, así que por eso lo había llamado, y que a ver si él tenía mejor suerte que sus adivinos de pacotilla.
José muy en su lugar, le dijo:
-Eso no depende de mí, pero Dios le dará a Su Majestad una contestación para su bien.
El faraón volvió a contar el sueño; que yo no repetiré, y que si alguno lo ha olvidado, le aconsejo que vuelva a leer un poco más arriba.
Entonces José le contestó al faraón:
-Los sueños que tuvo Su Majestad, en realidad es sólo uno. Dios le ha anunciado lo que va a hacer. Las siete vacas hermosas son años, lo mismo que las espigas llenas, quieren decir que tendréis siete años de abundancia.
Las sietes espigas secas y quemadas son siete años, lo mismo que las vacas canijas y representan siete años de escasez.
Van a venir siete años de mucha abundancia en todo Egipto y después vendrán siete años de escasez en todo el país. Nadie se acordará de la abundancia, porque la escasez arruinará el país, será tan grande la escasez que no quedarán rastros de abundancia. Su Majestad tuvo el sueño dos veces, por que el Señor está decidido a hacerlo y lo va a ser muy pronto.
Entonces el faraón miró con cara de pocos amigos a los adivinos y sabios del país y les dijo:
-¿Veis, qué fácil es, lo veis?, así da gusto, venga largaros de mi presencia porque no se que haría con vosotros, tenéis suerte que hoy me encuentro de buen humor, ¡Venga largo!
José, que había sido interrumpido por el faraón para despedir a aquella pandilla de inútiles, siguió hablando cuando el faraón le hizo una indicación y le dijo de esta manera:
Lo que Su Majestad debería hacer es nombrar a alguien que, se encargue de recoger el cinco por ciento de la cosecha de cada agricultor del país y guardarla en lugar seguro, para cuando llegue la época de escasez el país siga con alimento suficiente hasta que los siete años miseria hayan pasado.
El faraón se lo quedó mirando muy serio y les dijo a sus nobles que lo miraban con cara de bobos:
-¿Dónde vamos a encontrar a alguien más sabio que este hombre?, ni nuestros sabios han podido con su conocimiento.
Y dirigiéndose hacia José le dijo:
Yo te nombro Gobernador de Egipto, sobre ti sólo estaré yo, tú te encargarás de gobernar mi reino con sabiduría y todos los demás deberán obedecerte e inclinarse a tu paso.
El rey hizo que le pusieran otra ropa porque la que llevaba, aunque limpia, no era digna de un gobernador y menos de Egipto, y le puso al cuello una cadena de oro impresionante que pesaba un montón, al pobre José le costó acostumbrarse a aquella cosa tan incomoda, pero ordenes son ordenes y de eso José sabía un chingo.
Además lo casó con la hija de un alto sacerdote muy renombrado y de mucha alcurnia, y José se nos convirtió en un abrir y cerrar de ojos en un noble de mucha prosopopeya.
Los siete años pasaron rápido y José recogió todo lo que pudo y lo guardó a buen recaudo.
Cuando los años de escasez llegaron, no sólo afectaron a Egipto, si no que toda la tierra pasó hambre y es que Dios cuando hace las cosas, no se anda con chiquitas
Muy pronto todos los países se enteraron de que en Egipto había comida y como locos llegaron allí; debe haber sido en esos tiempos cuando se inventaron las pateras y los cayucos.
Así pues, José les vendía la comida que necesitaban ya que el país tenía suficiente como para dar y vender.

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