domingo, 4 de mayo de 2008

José interpreta el sueño del faraón



Una noche, el faraón, que vivía en palacio encantado de la vida, soñó que estaba de pie a la orilla del Nilo y que del río salían siete vacas hermosas y gordotas, que comían hierba entre los juncos del río, detrás de ellas, y saliendo del mismo lugar, aparecieron siete vacas flacas y feas, que se comieron a las vacas hermosas y gordas.
El hombre se despertó debido a la rareza del sueño, pero se volvió a dormir y volvió a tener otro sueño, en este, veía que siete espigas de trigo llenas y hermosas crecían en un solo tallo, pero detrás de ellas, siete espigas, secas y quemadas por el viento del este se comían las espigas gruesas y llenas.
El faraón se despertó se despertó sobresaltado pero al darse cuenta de que sólo había sido un sueño se volvió a dormir.
A la mañana siguiente mandó llamar a todos los adivinos y sabios de Egipto para ver si alguno de ellos podía decirle el simbolismo de estos dos extraños sueños, pero ninguno de ellos pudo descifrar que narices significaba eso de las vacas y de las espigas.
Al faraón siempre que tenía junta le gustaba tomarse una copita de vino, por si había algún disgusto pasarlo con mejor sabor de boca y claro el copero real era imprescindible en estos menesteres.
El hombre iba y venía sirviendo al rey mientras no podía evitar oír como los sabios del reino decían que no tenían ni idea, así que ni corto ni perezoso le contó al faraón las proezas del joven hebreo llamado José, y que todo se había cumplido como él lo había predicho.
El faraón se dirigió a su guardia y les dijo que trajeran inmediatamente a ese hebreo, estuviera donde estuviera, así que casi en volandas lo llevaron de la cárcel al palacio del faraón, pero eso si, primero se cortó el pelo y se cambió de ropa antes de personarse ante Su Majestad, que tampoco era plan de ir lleno de mugre, ¡Pobre, pero limpio!
Cuando lo tuvo delante, el faraón le dijo que tenía una pandilla de inútiles como adivinos y sabios, que no sabían hacer nada e interpretar mucho menos, y que el copero mayor se había acordado de él y de lo bien que lo había hecho mientras este estaba en la cárcel, así que por eso lo había llamado, y que a ver si él tenía mejor suerte que sus adivinos de pacotilla.
José muy en su lugar, le dijo:
-Eso no depende de mí, pero Dios le dará a Su Majestad una contestación para su bien.
El faraón volvió a contar el sueño; que yo no repetiré, y que si alguno lo ha olvidado, le aconsejo que vuelva a leer un poco más arriba.
Entonces José le contestó al faraón:
-Los sueños que tuvo Su Majestad, en realidad es sólo uno. Dios le ha anunciado lo que va a hacer. Las siete vacas hermosas son años, lo mismo que las espigas llenas, quieren decir que tendréis siete años de abundancia.
Las sietes espigas secas y quemadas son siete años, lo mismo que las vacas canijas y representan siete años de escasez.
Van a venir siete años de mucha abundancia en todo Egipto y después vendrán siete años de escasez en todo el país. Nadie se acordará de la abundancia, porque la escasez arruinará el país, será tan grande la escasez que no quedarán rastros de abundancia. Su Majestad tuvo el sueño dos veces, por que el Señor está decidido a hacerlo y lo va a ser muy pronto.
Entonces el faraón miró con cara de pocos amigos a los adivinos y sabios del país y les dijo:
-¿Veis, qué fácil es, lo veis?, así da gusto, venga largaros de mi presencia porque no se que haría con vosotros, tenéis suerte que hoy me encuentro de buen humor, ¡Venga largo!
José, que había sido interrumpido por el faraón para despedir a aquella pandilla de inútiles, siguió hablando cuando el faraón le hizo una indicación y le dijo de esta manera:
Lo que Su Majestad debería hacer es nombrar a alguien que, se encargue de recoger el cinco por ciento de la cosecha de cada agricultor del país y guardarla en lugar seguro, para cuando llegue la época de escasez el país siga con alimento suficiente hasta que los siete años miseria hayan pasado.
El faraón se lo quedó mirando muy serio y les dijo a sus nobles que lo miraban con cara de bobos:
-¿Dónde vamos a encontrar a alguien más sabio que este hombre?, ni nuestros sabios han podido con su conocimiento.
Y dirigiéndose hacia José le dijo:
Yo te nombro Gobernador de Egipto, sobre ti sólo estaré yo, tú te encargarás de gobernar mi reino con sabiduría y todos los demás deberán obedecerte e inclinarse a tu paso.
El rey hizo que le pusieran otra ropa porque la que llevaba, aunque limpia, no era digna de un gobernador y menos de Egipto, y le puso al cuello una cadena de oro impresionante que pesaba un montón, al pobre José le costó acostumbrarse a aquella cosa tan incomoda, pero ordenes son ordenes y de eso José sabía un chingo.
Además lo casó con la hija de un alto sacerdote muy renombrado y de mucha alcurnia, y José se nos convirtió en un abrir y cerrar de ojos en un noble de mucha prosopopeya.
Los siete años pasaron rápido y José recogió todo lo que pudo y lo guardó a buen recaudo.
Cuando los años de escasez llegaron, no sólo afectaron a Egipto, si no que toda la tierra pasó hambre y es que Dios cuando hace las cosas, no se anda con chiquitas
Muy pronto todos los países se enteraron de que en Egipto había comida y como locos llegaron allí; debe haber sido en esos tiempos cuando se inventaron las pateras y los cayucos.
Así pues, José les vendía la comida que necesitaban ya que el país tenía suficiente como para dar y vender.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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