domingo, 25 de mayo de 2008

Dios llama a Moisés


Moisés cuidaba las ovejas de su suegro que era sacerdote de Madián.
Un día en que las había llevado a través el desierto, llegó hasta el monte de Dios llamado Horeb.
Allí el Ángel del Señor se le apareció en la forma de una llama de fuego, en medio de una zarza, Moisés, estuvo mirando durante un rato como la zarza ardía con el fuego pero que esta no se consumía, y mientras se acercaba a ella pensaba:
¡Qué cosa más rara!, Voy a ver porque no se termina de quemar.
Así que Moisés se acercó a la zarza, Dios, que por supuesto lo ve todo, al ver que Moisés se acercaba a la zarza, lo llamó
-“¡Moisés!, ¡Moisés!”
Y Moisés que había ido a un colegio de pago y tenía una buena educación por supuesto, y aunque no veía a nadie, rápidamente contestó:
-Aquí estoy.
-“No te acerques. Y descálzate, porque el lugar donde estás es sagrado.”
Y añadió:
-“Yo soy el Dios de tus antepasados. Soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.
Moisés se cubrió la cara pues le daba miedo mirar a Dios, pero el Señor continuó:
-“Claramente he visto como sufre mi pueblo que está en Egipto, ¡A buenas horas mangas verdes!, los he oído quejarse por culpa de su capataces y sé muy bien lo que sufren pues he visto como los maltratan.
Por eso he bajado para salvarlos del poder de los Egipcios, sacarlos de ahí y llevarlos a una tierra grande y buena, donde la leche y la miel corren como el agua.
-Ponte en camino, porque te voy a enviar al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas.”
Entonces Moisés le dijo al Señor:
-¿Y quién soy yo para presentarme ante el faraón y sacar de Egipto a los israelitas?
Y Dios le contestó:
-“Yo estaré contigo y esta es la señal que yo mismo te envío:”
Mientras luego no se olvide que tiene otra señal con Moisés, yo creo que ya está tiene muchas acumuladas y con la memoria que tiene, ¡Ya me diréis!
Bueno sigamos con las palabras de Dios, que en aquel momento seguía diciendo:
-“Cuando hayas sacado a mi pueblo de Egipto, todos vosotros me adoraréis en este monte”.
Acabáramos, así que esta es la señal, adorarlo en ese monte, la señal no es para Moisés, no, la señal es para Dios, debe ser como algo así como: ¡Oye!, que ya hemos llegado, ya los he sacado de Egipto, ¿Y ahora qué hacemos?, y mientras esperan, le prepararán alguna barbacoa de las que tanto disfruta el Creador, ¡Vamos!, creo yo.
Pero Moisés no estaba muy seguro de todo aquello, como que ya se estaba empezando a oler en que se estaba metiendo, así que le contestó:
-El problema es que si voy y les digo a los israelitas: “El Dios de vuestros antepasados me ha enviado, ellos me van a preguntar: ¿Cómo se llama? Y entonces ¿Qué les voy a decir?
¿No es siempre el mismo Dios, como que cómo se llama?, para mi Dios sólo tiene un nombre, ¿No lo había dicho nunca?, ¡Qué cosas!, ¿Verdad?
Y Dios le contestó:
-”YO SOY EL QUE SOY”.
¡Toma!, para que luego digáis, eso es una respuesta, no como algunos que te dicen: me llamo Pepe, o me llamo Luís, no, yo soy el que el soy, para que te quede claro, pero ahí no quedó la cosa, no, siguió diciendo:
-“Y dirás a los israelitas: “YO SOY me ha enviado a vosotros”.
En ese momento Moisés se estaba preguntando: ¿De qué narices estará hablando?, el pobre no entendía nada, mientras miraba la zarza que no se consumía ni a tiros, pensaba: debe ser que Dios habla así, pero lo verdad, podría ser un poco más claro, porque si llego allí y les digo semejante cosa me van a echar con cajas destempladas y ¿entonces ya me dirás que hago?
Pero Dios no había terminado de decir lo que había venido a manifestar, no, pues habéis de saber que al Señor le encanta la retórica, por lo tanto el Señor siguió hablando de esta manera:
-”Di también a los israelitas: El Señor, el Dios de vuestros antepasados, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, me ha enviado. Este es mi nombre eterno; este es mi nombre para todos los siglos: El Señor, el Dios de vuestros antepasados, se me apareció y me ha dicho que ha puesto su atención en vosotros y ha visto el trato que os dan y que os va a librar de los sufrimientos en Egipto y os llevará a un país donde la leche y la miel corren como el agua.
-Los ancianos te harán caso, entonces irás con ellos a ver el rey de Egipto y le dirás: El Señor, el Dios de los hebreos, ha salido a nuestro encuentro. Por lo tanto déjanos ir al desierto, a una distancia de tres días de camino a ofrecer sacrificios al Señor nuestro Dios.
-Sin embargo,- siguió diciendo Dios-, yo sé muy bien que el rey de Egipto no os dejará salir sino es por la fuerza, por lo tanto yo mostraré mi poder y heriré de muerte a los egipcios con todas las cosas asombrosas que haré en su país; después de eso el faraón os dejará salir. Además yo haré que los israelitas se ganen la buena voluntad de los egipcios y así no salgan del país con las manos vacías. Cada mujer pedirá a otra mujer que viva con ella, que le de objetos de plata y de oro y vestidos, con los que vestiréis a vuestras hijos e hijas, despojando así a los egipcios de todo lo que tengan”.
A ver, vayamos por partes, porque aquí la cosa esta un poco… ¿Cómo diría, rara?
Por un lado tenemos que Dios nunca le ha dado su nombre a nadie y yo me pregunto: ¿Por qué, era un secreto hasta ahora, no debíamos conocerlo, es tan difícil decir: “Yo soy el Señor tu Dios”, a qué tanto misterio?, dejadme que sea un poco mal pensada, ¿Será que no quería que lo llamaran, que no lo molestaran, él puede ver todo lo que hacemos, pero que no lo molesten a él?
Por el otro lado, tenemos ese párrafo de que: “los castigará, que dará muerte a todos los egipcios con las cosas más asombrosas”, pero luego dice: “nadie saldrá de Egipto con las manos vacías, que se ganarán la buena voluntad de los egipcios”
Bajo mi humilde punto de vista y sin verlo muy claro, creo que si la gente empieza a caer como moscas, y que sólo son egipcios los que mueren, lo de pedir las joyas de oro y plata, en ese momento, ¿no es coacción? Es como decir: mi Dios está acabando con todo tu pueblo, tú ahora te estás muriendo, ¿de qué te sirven las joyas? , mejor me las das a mí que yo si me voy a salvar y a mi aún me queda tiempo para disfrutarla o quizás no decir absolutamente nada y esperar a que los egipcios la palmaran y entonces simplemente llevárselas, porque encima de que el pueblo de Egipto va a sucumbir bajo la ira del Señor, encima que les tengan que dar las joyas y la ropa, pues como que me suena a recochineo, ¿no?, pero ya se sabe… Dei irae y contra eso no se puede hacer nada.
Pero Moisés insistía e insistía, parece, como he dicho antes, que ya se olía donde se estaba metiendo o es que definitivamente era tonto y no sabía que el Señor tenía muy poca paciencia, porque nada más hacía que buscar excusas.
Moisés le dijo así:
-Ellos no me creerán, ni tampoco me harán caso, al contrario me dirán: ”El Señor no se te ha aparecido”.
-¿Qué es lo que tienes en la mano?, -le preguntó Dios.
Moisés miró su mano derecha y pensando que este Dios hacia unas preguntas muy raras, contestó:
-Pues un bastón.
-¡Vamos!, tíralo al suelo-, ordenó el Señor.
Moisés lo tiró al suelo y acto seguido se convirtió en una serpiente, desde luego Moisés se pegó un susto de los de verdad y levantándose la túnica se puso a correr para alejarse de ella, pero el Señor le dijo:
-Extiende la mano y agárrala por la cola.
Moisés se quedó mirando a la zarza que continuaba ardiendo como si tal cosa, pensando: está loco si cree que tomaré esa cosa por la cola, aunque a lo mejor si no lo hago…, muerto de miedo, alargó la mano y la tomó por la cola y en ese momento la serpiente se convirtió otra vez en el bastón.
-“Esto es para que crean que se te ha aparecido el Señor, Dios de tus antepasados, de Abraham, de Isaac y de Jacob.”; ¿siempre ha de repetir todos los nombres?, siempre los nombra todos, la próxima vez me los salto.
El Señor continuó diciendo:
-“Ahora, mete tu mano en el pecho”.
Moisés corrió a obedecer e introdujo su mano dentro de la túnica y cuando la sacó, tenía la mano enferma de lepra y blanca como la nieve, entonces Dios le dijo:
-“Vuelve a meter tu mano en el pecho”.
Desde luego Moisés no se lo pensó dos veces, era un poco tonto quizás, pero no estaba loco, así que metió inmediatamente la mano en el pecho y cuando la sacó, esta estaba perfectamente bien.
Luego el Señor le dijo:
_”Si con la primera señal no te creen, ni te hacen caso, entonces te creerán con la segunda, pero si no te creen con ninguna de las dos, entonces toma agua del río y derrámala sobre el suelo. En cuanto el agua toque el suelo se convertirá en sangre”.
-¡Ay! Señor,- dijo Moisés.- Es que yo no tengo mucha facilidad de palabra y esto que estás hablando con tu siervo.-Y diciendo esto, Moisés hizo una reverencia, supongo que para ver si colaba,- no es sólo de ayer, ni de ahora, si no de tiempo atrás, siempre que hablo se me traba la lengua.
En aquel momento, Dios empezó a pensar que se había equivocado de persona, estuvo a punto de preguntar, si en verdad era Moisés con quien hablaba, pero él antes lo había llamado y el otro le había contestado: aquí estoy, así que no había error posible, realmente se trataba de Moisés. Pero, ¿y si no era él la persona indicada para llevar a cabo aquella misión y si mejor llamaba a Tom Cruise y se dejaba de tonterías?, pero Dios, y tengo que reconocerlo, ahí sí que demostró una paciencia infinita y un empeño que muchos quisieran para ellos, porque con un profundo suspiro, le dijo:
-“¿Y quién le ha dado la boca al hombre?, ¿Quién si no yo, lo hace mudo, sordo, ciego, o que pueda ver? Así que anda, que yo estaré contigo cuando hables y te enseñaré lo que debes decir”.
-¡Ay, Señor, por favor, envía a alguna otra persona!
Por lo que empezamos a conocer de Dios, aquí nos esperaríamos una de sus rabietas “Divinas”, pero no, esta vez no, aunque se enfadó, la sangre no llegó al río, ni se ahogó nadie, ni lo expulsó de la tierra, no señor, esta vez se contuvo la mar de bien y dijo, eso sí, con el tono de voz algo más fuerte de lo que había usado hasta ahora:
-¡Pues ahí está tu hermano Aarón, el Levita!, yo se que el habla muy bien. Además el viene a tu encuentro y se va a alegrar mucho de verte. Habla con él y explícale todo lo que tiene que decir; yo, por mi parte estaré con él y contigo cuando hablen y les daré instrucciones de lo que deben hacer. Tu mismo le hablarás a Aarón como si yo lo hiciera, y él le comunicará al pueblo lo que digas tú. Llévate el bastón, porque él hará cosas asombrosas”
Yo estoy casi segura que cuando dijo lo del bastón, Dios, estuvo a punto de decirle: Porque si lo dejas aquí, te arrearé con él en la cabeza. Pero creo que es muy atrevido pensar algo así y más teniendo en cuenta que Dios tiene una paciencia infinita.

3 comentarios:

Yaneth Larrotta dijo...

Allí el Ángel del Señor se le apareció en la forma de una llama de fuego, en medio de una zarza.

En nuestras vidas usted tambien fue una llama de fuego, y esta llama nunca se extinguira siempre la tenemos en nuestras mentes y corazones.

Stellita y Flia.

Angels dijo...

¿Eres Estelita de Bogotá?, si es así dime como puedo ponerme en contacto contigo, me haría mucha ilusión, yo también los recuerdo mucho y con mucho cariño. Besos
Àngels

Anónimo dijo...

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